Esperaba con ansias las vacaciones de Semana Santa, en primer lugar, porque en las últimas semanas había tenido mucho trabajo y unos días de descanso, siempre son bien recibidos. La segunda razón y la principal, es porque ya tenía planeado viajar con mis hermanos para pasar el tiempo juntos y disfrutarnos un rato.
Hace dos años, en una redacción del mes de septiembre les mencioné que “me parece formidable que después de haber viajado por el mundo y de haber conocido a muchas personas a lo largo de mi vida, mis hermanos sigan siendo por mucho mis personas favoritas”. Esto es tan sincero y verdadero, que me llena eternamente el corazón y el alma, así que si tú eres de los que tiene constantes discusiones con sus hermanos o no se dirigen la palabra, recapacita, pues justo enfrente tienes a los mejores aliados.
En nuestra familia, no tenemos esa costumbre de salir a vacacionar. Cuando éramos pequeños, en estas fechas mis padres optaban por hacer planes con amistades cercanas, visitarse en casa o reunirse con la familia, de manera que no necesitábamos preparar una gran maleta; únicamente lo hacíamos cuando íbamos a nadar.
La parte de salir y visitar lugares nuevos se dio instantáneamente cuando crecimos y nos volvimos independientes, pero esa misma independencia nos hizo avanzar hacia destinos e intereses distintos, de modo que han sido pocas las veces que hemos viajado juntos solo los hermanos.
El destino por elegir en esta ocasión era fácil, queríamos hacer una visita corta en un lugar familiar, con eso, aprovechamos que mi hermana mayor no conocía el norte y decidimos visitar al hermano menor, que vive en Monterrey. En total solo somos tres hermanos.
A estas alturas, debo señalar que soy la hermana del medio y sí, soy a la que molestan más, esto quiere decir que cualquier video que hayan visto recientemente en redes sociales sobre el tema, me identifica perfectamente, aunque debo admitir que somos una familia con sentido del humor y eso desarrolla la sinergia.
Dicho esto, la aventura de las vacaciones de Semana Santa comienza desde la preparación del equipaje. En este caso somos dos hermanas y un varón, por lo que siempre pedimos consejos para saber qué usar y cuantas mudas de ropa llevar, así que el hermano regio nos mandó no uno sino siete videos explicativos de lo que haríamos y lo que podríamos usar. Sin embargo, somos chicas y los detalles nunca son suficientes para saber la cantidad de ropa exacta a empacar.
Por otra parte, forma más rápida de trasladarse hacia el norte del país es vía aérea, en aviones comerciales, de manera que decidimos partir desde el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) hacia el Aeropuerto Internacional de Monterrey. Esta fue mi primera vez en el nuevo aeropuerto, por lo que les contaré más adelante en otro texto mi experiencia.
Sabemos que la gente del norte no usa sombrero todo el tiempo, solamente es un cliché, por lo cual, al llegar a “la ciudad de las montañas”, la única persona que portaba tejana y botas fuera del aeropuerto era mi hermano; su amor tan grande lo hizo vestirse así para complacer a sus hermanas. Y algo importante por señalar es que se ve muy guapo así. ¡Eso de ser regio adoptivo le va muy bien!
El itinerario de esta visita fue corto pero variado. Como esta era mi quinta vez en la ciudad de Monterrey, pero la primera para mi hermana, intentamos hacer cosas representativas, que al mismo tiempo involucraran el visitar lugares alternativos. Entre estas actividades asistimos a una casa de bateo como referencia de la “Liga Mexicana de Beisbol” y los locales “Sultanes de Monterrey”.
También visitamos el “Parque Ecoturístico Cola de Caballo”, que es una cascada con una caída de agua de 25 metros ubicada dentro del “Pueblo Mágico de Santiago”. Jugamos al boliche, visitamos algunas plazas, hicimos el recorrido por excelencia a lo largo del “Paseo de Santa Lucia” y el “Parque Fundidora”. Rentamos bicicletas, hicimos senderismo, pudimos disfrutar de los paisajes alrededor y los cerros tanto de noche como de día, junto con la degustación de deliciosas comidas. Asimismo, visitamos uno de los paisajes naturales más importantes de la región por su cercanía a la ciudad, el “Parque Ecológico Chipinque”. Y, por si fuera poco, y como nueva tradición, degustamos unas micheladas que en este caso pedí acompañadas con carne seca de res, salsas, limón y sal.
Puedo decir que han sido mis vacaciones favoritas hasta el momento, junto a mis hermanos la magia y la diversión nunca termina. Espero pronto poder llevármelos a Europa.
Y a ustedes, ¿cómo les fue en esta Semana Santa?

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