Por Arturo Hernández Cordero
Una nueva polémica en el panorama internacional norteamericano se ha hecho presente esta semana con la emisión de un comunicado por parte del Gobierno de Estados Unidos donde denuncia que la política energética mexicana atenta contra los intereses de las empresas estadounidenses dedicadas al sector energético.
Tras dicho comunicado emitido por el gobierno estadounidense y respaldado por el gobierno canadiense, el presidente López Obrador trató la situación con desdén y burla en la mañanera del 20 de julio, lo que ha generado incertidumbre entre los medios y la opinión pública por el riesgo de sanciones económicas para México por supuestamente incurrir en faltas a lo estipulado en el T-MEC, pero ¿cuales son las consecuencias inmediatas del comunicado? y ¿cuales son los motivos de AMLO para restarle importancia?.
De entrada, hay que tener en cuenta que el comunicado convoca a un proceso de consulta en torno a los recientes cambios de la política energética mexicana, que a juicio del gobierno estadounidense, van en contra de los acuerdos establecidos en el T-MEC y que eximen a México de cumplir con las obligaciones adquiridas. Cabe señalar que el proceso de consulta que contempla el T-MEC no representa propiamente una disputa abierta entre dos partes y se dispone de un periodo de 75 días para llegar a un acuerdo antes de que la polémica pase a ser resuelta por un panel.
La resolución de este desencuentro no se vislumbra fácil. EE.UU. no pretende ceder en materia energética a favor de México y AMLO tampoco está dispuesto a ceder el monopolio estatal de la CFE y PEMEX; los monopolios estatales no propician lograr soberanía energética como AMLO asegura, pero tampoco Estados Unidos puede exigir más allá de lo estipulado en el capítulo 8 del T-MEC donde se reconoce la soberanía del Estado Mexicano sobre los Hidrocarburos del país.
Biden pretende mostrarse como un líder firme en el panorama internacional a pocos meses de las elecciones intermedias de EE.UU. en las que se prevé una derrota contundente para los demócratas, pero sus fracasos energéticos recientes en la península arábiga son irreversibles y supondrán un golpe electoral inevitable