Los hidalguenses hemos tenido un año políticamente muy activo. En octubre pasado, elegimos a las autoridades municipales, unos meses después acudimos a las urnas para votar a los diputados locales y federales, hace ocho días los ciudadanos fuimos convocados para expresar nuestro punto de vista en una Consulta Ciudadana y desde hace meses los actores políticos ya hablan de la renovación del ejecutivo local.

Es decir, no hay tregua para la política electoral. Lo anterior ocurre a pesar de que existe un calendario que marca tiempos específicos para realizar proselitismo. No obstante, la pandemia alteró los tiempos, modificó las formas y ahora una tras otra las elecciones vinieron en cascada.

Sin embargo, el desgaste que conlleva la saturación de los comicios, ha venido emparejada con una estrategia poco afortunada. Tal parece que los políticos han asumido una amplia exposición en medios en todo momento.

Sabedores de que se apilan las elecciones y se achican los tiempos no dejan de estar en una campaña de tiempo completo. Por ejemplo, los diputados locales (muchos de ellos) pidieron licencia para buscar la reelección, misma fórmula ocuparon los diputados federales e incluso uno que otro presidente municipal aprovechó la ocasión para abonar a su proyecto político de largo plazo.

En ese tenor, tuvimos una danza de representantes suplentes que asumieron temporalmente el cargo, nula producción legislativa (porque los titulares andaban en campaña) y una costosa operación política y un descuido brutal a los temas que realmente importan.

Es importante la renovación de los representantes, pero en estos tiempos mucho agradeceríamos que mejor se pusieran a trabajar en lo suyo antes que andar de abajo para arriba promocionando proyectos personales.

Quizá por ello, ahora están de moda las encuestas que con diez meses de anticipación ya perfilan a ciertos personajes para sustituir al gobernador Fayad, quien deja el cargo el año que entra. Con toda esta algarabía la política se hace más de alharaca que de resultados.

Parece que todo lo que se hace en la función pública lleva un remitente electoral, posicionar alguna propuesta, ayudar a un aspirante, generar un compromiso, ganar el favor y la gracia de alguna comunidad o municipio.

Para tal fin, hay quienes se presumen más inteligentes y se lanzan a la competencia desde una fundación con nombre choteado, para brindar supuestamente “ayuda desinteresada a los grupos más vulnerables”. Con ello, piensan los muy ilusos, ganarán la simpatía de aquellos que mantienen condiciones de pobreza integral.  

Otros, de manera más burda juegan con las opciones que tienen a la mano. Piden licencia, regresan a su encargo por un momento mientras hacen apuestas para volver a jugar en la primera oportunidad que se pueda.

Al final del día, lo que tenemos es una clara desvinculación con las necesidades reales del estado de Hidalgo. El conocimiento que tienen de la entidad se resume a la repartición de una despensa en municipios de alta marginación, cooperación para fiestas patronales, acuerdos políticos para alternar el poder con los grupos dominantes, etc.

Hace falta de manera urgente un calendario electoral acorde a los nuevos tiempos y altura de miras de los políticos locales.

@2010_enrique 

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