Se dice que visitar la playa y el mar tienen poderes terapéuticos, pues ayudan a curar desde pequeños malestares, como el ánimo, hasta grandes situaciones de belleza y salud; de ahí la popular frase que dice “no hay mal que un baño de mar no cure”.

Tan solo con pensar en la tranquilidad de la playa a la orilla del mar, tomando la luz del sol o bajo la sombra de una palmera, logra que nuestra mente se despeje y poco a poco, con cada detalle, vayamos sintiendo un automático y placentero bienestar.

De suerte que siendo México un país con una amplia diversidad costera, es sumamente satisfactorio poder viajar tan solo un par de horas, para poder disfrutar de la arena y el mar. De manera que, escribiendo desde una hamaca y viendo el amanecer a las 6:30 am, les comparto un poco de mi vista y de “Puerto Vallarta”.

Curiosamente, mi visita a Puerto Vallarta fue por cuestiones profesionales y no vacaciones, sin embargo, uno siempre busca el modo de disfrutar y pasarla bien. Tomando en cuenta que esta sería la primera visita de playa en el año, decidí llamarlas mis segundas vacaciones de Semana Santa.

La ciudad turística de Puerto Vallarta se ubica en el Estado de Jalisco, en la Bahía de Banderas, en el océano Pacífico.

Anteriormente, la región era conocida como “Las Peñas” y fue hasta el 31 de mayo de 1918, cuando el Honorable Congreso del Estado lo nombró municipio con el nombre de “Puerto Vallarta”, en honor al Licenciado Ignacio Luis Vallarta Ogazón, quien fue un notable jurisconsulto jalisciense y exgobernador del Estado, quien se destacó entre muchos actos, por defender a los pobres.

Puerto Vallarta posee 21 playas, aunque las más importantes son “Playa de los Muertos”, “Conchas Chinas” y “Playa las Gemelas”. La primera se destaca por ser la más comercial, debido a sus servicios turísticos y actividades; la segunda, tiene aguas cristalinas con vista hacia las montañas y la tercera, además de los condominios, sus aguas son muy tranquilas para nadar.

Entre sus lugares turísticos encontramos el característico “Malecón”, que es el punto de reunión por excelencia tanto de locales como de visitantes, considerado el mejor lugar para ver los atardeceres y donde se encuentran muchas tiendas, restaurantes, galerías de arte y foros turísticos.

Otro sitio es “Zona Romántica” o conocida como la “Vieja Vallarta”, que no es más que el conjunto de playas tradicionales de la zona, que aún conservan ese toque bohemio que a muchos turistas les encanta. Por otro lado, tenemos “Marina Vallarta”, que es la comunidad de vida náutica, que dicho en otras palabras, si te gustan los botes, este es el sitio ideal.

Un lugar alternativo para visitar es el “Jardín Botánico”, el cual muestra la biodiversidad de la Sierra Madre y bosques tropicales; ahí pueden encontrar diferentes huertos de frutos tropicales, colección de agaves y un conservatorio de orquídeas.

También existe la “Isla Río Cuale”, que está llena de cultura y arte; ahí se organizan diversos eventos musicales, de poesía y se imparten talleres de pintura, danza, teatro y escultura con acceso directo al Museo Arqueológico del Cuale.

Su gastronomía, como cualquier otro sitio costero, se basa en pescados y mariscos, pero dentro de sus especialidades está el “huachinango a las brasas”, “coctel de camarón o langosta” y “el pescado embarazado”, este último suele ser de cazón o marlín, con limón y salsa huichol.

En contraste, ahora que me he dedicado al estudio de la aeronáutica y del cual les contaré más adelante, un dato histórico destacable es que la primera compañía aérea de México, fue en Puerto Vallarta por los Hermanos Fierro, sin embargo, existe muy poca información sobre ello.

Es por eso por lo que creo que todos deberíamos de visitar la playa, mínimo una vez al año, para poder disfrutar de caminar sobre la arena suave y fina, y quitarnos así el peso del trabajo y la escuela. Dejar a un lado las preocupaciones y fluir con el regocijo del agua fresca y salada, que toca nuestros pies y que cubre con profundidad, si lo queremos, hasta nuestros bronceados hombros. Además, no hay mejor lugar que nos permita cerrar los ojos, pudiendo ser de día o de noche y nos brinde el gozo de un viento cálido y húmedo que inconscientemente relaja y que sutilmente, embriaga los pensamientos gracia a la melodía que surge de ese vaivén de olas.

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