Hace unos días en el seno del Tribunal Electoral, se vivió un capítulo inusitado. Unos magistrados decidieron remplazar al presidente de dicho órgano, con el argumento de que se negó a realizar un balance de su gestión.

Ante la negativa, se declaró un receso y al terminar esa pausa, los inconformes decidieron nombrar a otro presidente. Todo lo anterior, en una sesión pública, donde quedó en evidencia una división interna de altas magnitudes en esa institución.

Esos hechos pueden ser meramente anecdóticos, pero en el fondo denotan un quebranto entre grupos que velan por la transparencia en las elecciones. Es decir, los precursores de una conducta de la legalidad, iniciaron un “golpe de Estado” en sesión pública.

No es el primer caso similar, también en la Suprema Corte de Justicia de la Nación existe una considerable fractura. Derivado de la posible extensión del periodo del presidente del máximo tribunal, se prendieron los focos rojos de un posible acto fuera de la ley. Al cabo de una discusión interna, se decidió por unanimidad poner un alto a la iniciativa que se había aprobado en los órganos legislativos.

De tal suerte que los tribunales dejaron de ser esos órganos alejados de la dinámica política. Por el contrario, ahora parecen más politizados que nunca. ¿Qué tan conveniente resulta eso?

Al parecer no es el mejor escenario que los procuradores de la justicia se manejen con los citados criterios. Pero algo nos dice que desde hace años esos tribunales ya habían sido tocados por las esferas del poder.

Quizá lo que estamos conociendo ahora lo mantenían oculto y la diferencia con estos tiempos es que su comportamiento, inclinación política, preferencias e intereses ahora son públicos. Sea una u otra cosa, lo cierto es que los ánimos están caldeados y los tribunales no son ajenos a esta dinámica.

En suma, nadie escapa del trajín con el que se vive la vida pública. Al parecer, la cuestión se polariza entre los funcionarios que estaban antes de la incorporación de Morena al poder y quienes ahora -redentores-, pregonan los cambios a favor de las mejores causas.

Ante esta situación lo cotidiana marcha igual o peor. Los tribunales son esos lugares ajenos al conjunto de la población, los jueces siguen siendo una élite, los órganos de procuración y administración de justicia corrompidos por las viejas prácticas.

Todo lo anterior independientemente de lo que pase en la cúpula. Tanta distancia entre los de abajo y los de arriba permite que los delitos sigan al alza sin tener mayor miramiento entre quienes gobiernan ahora y quienes lo hicieron antes. 

Ya es tiempo de tener los primeros frutos de la cuarta transformación, solo que al alcanzar en sus pretensiones más frentes de abren para mantener los privilegios de antes. Como nunca antes la breca entre lo deseable y lo posible se manifiesta en el país.

Hay que sumar todos los esfuerzos para que tengamos un nuevo escenario en lo político y en lo social eso lo tenemos que hacer más allá de los partidos y de las tendencias de moda. Estamos a muy buen tiempo de hacerlo.

2010_enrique   

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