Tula

Por Victoria Galindo

La mayoría de las personas aprovechamos la época vacacional, para visitar esos lugares que cotidianamente no están a nuestro alcance, y aunque hay muchos sitios que se me ocurren en este momento, creo que después de los restaurantes y las playas, pondría mencionar a las zonas arqueológicos, dentro de la lista top 3 de los espacios más visitados en México.

Por alguna razón, más allá del significado histórico y cultural, el pisar tierras ancestrales, rodeada de edificaciones que marcaron un periodo o una población, me llena de orgullo y a la vez me tranquiliza.

Es como si por un instante al cerrar los ojos, me transportara a esa época y me convirtiera en un personaje que pudo ver las grandes aportaciones con sus propios ojos. Claro que esto es algo muy fantasioso, pero se deriva de mi interés por la cultura y mi gran imaginación. De cualquier forma, los sitios arqueológicos son lugares que preservan evidencias de lo que ha sucedido en el pasado y que, gracias a la arquitectura, pintura y cerámica, hoy en día lo podemos apreciar.

Hablando específicamente de México, las zonas arqueológicas nos muestran aquella vida de los pueblos precolombinos antes de la incursión española.

Con todo eso, nuestro país cuenta con 194 sitios arqueológicos resguardados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), de los cuales tan solo cuatro se encuentran en el estado de Hidalgo, nombrando a Tula como el más importante.

La Zona Arqueológica de Tula se encuentra en la carretera Pachuca–Tula, vía Ajacuba, aproximadamente a 3 horas de la ciudad de Tulancingo. Su nombre que proviene del náhuatl significa “lugar de tules” o “metrópoli”.

Antes de continuar, debo confesar que siendo hidalguense el decir que visité por primera vez la Zona Arqueológica de Tula la semana pasada, me da un poco de pena. Lo cierto es que, a pesar de la cercanía, siempre por alguna circunstancia mis planes para visitarla se posponían. Sin embargo, mi reciente visita me ha inspirado para redactar este texto.

Reanudando la escritura, es importante conocer que la Cuenca de México, era el nombre que se utilizaba para referirse a los cuatro valles del centro del territorio mexicano, que actualmente abarca parte de los estados de Hidalgo, Tlaxcala, Estado de México, Ciudad de México y una pequeña zona de Puebla. Entonces, la posición estratégica de la Zona Arqueológica de Tula, dentro de la Cuenca de México, se basó en los asentamientos de comercio para Mesoamérica lo que le otorgó una gran importancia cultural.

Cuando Teotihuacán iniciaba su declive como centro rector comercial, se construye la Tula Grande y las redes comerciales de la ciudad se expandieron hacia Centroamérica y con ello la Zona Arqueológica de Tula tuvo un gran apogeo. La turquesa, por ejemplo, fue uno de los productos más representativos en la zona durante el Periodo Clásico Tardío.

Una de las cosas más destacables al llegar a la zona arqueológica, es el espacio dedicado a un sinfín de especies vegetales y animales. Las cactáceas son los ejemplares más destacables y representativos aunados a los roedores que, si bien no tuve la oportunidad de apreciar, para información del visitante, se señalan con tarjetones descriptivos mediante un sendero que te guía hasta los basamentos rocosos donde se encuentran los atlantes.

Los Atlantes de Tula, que son el símbolo de la zona arqueológica, se encuentran en la parte superior de la pirámide B o “Templo de Tlahuizcalpantecuhtli” y representan a guerreros toltecas con sus atavíos[1]. En ellos se pueden apreciar “el átlatl” o lanza dardos en su mano derecha, un haz de flechas, un pectoral en forma de mariposa sobre el pecho, un faldellín[2] con un gran cinturón anudado al frente, y en la parte posterior, un disco solar.

Se cree que las cuatro figuras guerreras, conocidas como Atlantes de Tula, son representaciones de Quetzalcóatl como Estrella de la Mañana. Estas esculturas miden 4.6 metros de altura y son una muestra tangible de la majestuosidad de la cultura tolteca.

Como en la mayoría de las zonas arqueológicas, la gente llega a la cima de la base piramidal para tomarse la foto con los atlantes, así como para disfrutar de los majestuosos paisajes que se encuentran en el alrededor. Pero además de eso, existen tantas historias y leyendas que acompañan la zona arqueológica que vale mucho la pena hacer la visita guiada o con alguien local.

En esta ocasión, siendo mi primera vez, fui afortunada al ser acompañada por la Lic. Nancy Sanabria Rivas, directora de Turismo de Tula, misma que pueden apreciar en la foto que acompaña el texto, junto al grupo de guías voluntarios del XXVI Festival Internacional de Folklore de Hidalgo.

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