Han sido varias las reacciones en los medios de comunicación, por la reciente invitación que el gobierno federal le realizó al ex gobernador de Hidalgo, Omar Fayad Meneses, para que ocupe la embajada de México en Noruega. Lo anterior, por la enorme carga de significado político que tiene dicha propuesta.
Por principio de cuentas, hay que decir que hace muy poco Fayad tenía una añeja militancia priísta. Cuestión que no lo descalifica per sé, pero que hace muy complicado explicar el criterio de decisión sino es por cuestiones meramente políticas.
Y quizá aquí está el meollo del asunto. Ese reducto de la vida pública llamado embajada, ha sido utilizado por todas las administraciones para premiar –o en algunos casos, castigar–, a distintos actores políticos.
Ese espacio que tendría que dignificar al país, porque la representación de México en el extranjero debería ser ocupada por los perfiles más probos, se llena de políticos en retiro que viven sus días más tranquilos en la diplomacia, alejados del bullicio y de los asuntos públicos que quitan el sueño.
Esas recompensas, para algunos, representan una salida muy digna a su carrera política pero también sirven para alejar a los indeseados con una pequeña dosis de elegancia. El mensaje en síntesis sería traducido en una oración: vete del país porque aquí ya no tienes lugar.
No obstante, gana espacio la versión de que la salida del país de Fayad es consecuencia de un pago de favores. El punto es que el exgobernador hizo favores al régimen y ahora es tiempo de recompensar al aliado incómodo.
Hay quienes cuestionan el método porque esa pieza de ajedrez no puede tomarse en serio. En su administración, Fayad fue un duro crítico del presidente, aunque después y derivado de una desgracia donde fallecieron más de 100 personas en Tlahuelilpan, la cercanía con el mandatario federal fue evidente.
De ahí, el también ex senador apuntó sus fobias a la dirigencia nacional de su partido, cuando su propuesta de candidato a sucederlo fue desechada. En ese momento, su crítica al PRI fue permanente y desmedida.
Eso le suma a una especie de venganza con el instituto político, que lo acompañó durante toda su trayectoria política. Acto seguido, según versiones, decidió jugar en contra de sus propias convicciones partidistas y facilitar las cosas para que Morena ganara de manera contundente en Hidalgo.
Toda esta especulación cobra mayor fuerza cuando Fayad decide dar otro golpe de timón. Hace escasos días, anunció que conjuntamente con un grupo de priístas renunciaban a su militancia partidista haciendo fuertes señalamientos a la dirigencia nacional. Y en particular, con la secretaria general de aquel instituto, la también hidalguense y ex candidata al gobierno de Hidalgo, Carolina Viggiano.
Esta suma de elementos conduce a pensar que Fayad hizo todo lo necesario, para terminar con ese cacicazgo partidista por encargo de alguien. Y que una vez cumplida la encomienda, merece un retiro medianamente digno en un país de primer mundo.
Sea lo que sea, la política para quien sabe acomodarse en el lugar indicado, brinda segundas oportunidades. Ojalá que el hidalguense dignifique aquel espacio que ya fue ocupado por otro paisano de altos vuelos como el poeta actopense, Efrén Rebolledo.