El fin de semana una noticia bomba hizo eco en el estado de Hidalgo. Se trata de la detención del ex gobernador, Jesús Murillo Karam, quien siendo procurador en la administración federal de Enrique Peña Nieto fue responsable de aclarar el caso Ayotzinapa.
El mensaje político de esta acción judicial tiene un amplio impacto porque Murillo es uno de los referentes más visibles del llamado grupo Hidalgo; es decir, de una cofradía priísta que tuvo alcances nacionales en cargos de alta responsabilidad.
Lo mismo ocurrió en la esfera local, donde tuvieron amplio margen de maniobra lo que les permitió no sólo consolidar ese grupo sino también formar algunos cuadros. Ellos, los nuevos, se quedaron con una lectura errónea donde las prácticas dominantes y avasalladoras eran la norma.
Ahora, sin embargo, el escenario es diferente para este grupo, que ha venido en desgracia con los constantes señalamientos sobre su actuar en las diferentes responsabilidades que han desempeñado. Ese es el caso de Miguel Osorio, Carolina Viggiano, Eugenio Imaz, Francisco Olvera, entre otros.
Estos políticos ahora tienen a su gran maestro en un proceso complicado, porque las acusaciones apuntan a los delitos de tortura y desaparición forzada. Aunado a la invención de una supuesta “verdad histórica”, que no es otra cosa más que una fabricación de escenarios en torno a un acontecimiento doloroso.
Este duro golpe para los antes todopoderosos, se da a escasos días de una alternancia de poder en el estado de Hidalgo. Hay que recordar que el próximo 05 de septiembre, inicia la administración de Morena en el estado de la mano de Julio Menchaca.
Y como es claro, en la política no hay coincidencias. De esta manera, se acumulan en pocos días dos golpes contundentes para el priismo hidalguense. El acto protocolario que pone fin a la era priísta y la detención de un referente de aquel partido político.
Muy pocos pueden predecir el desenlace del proceso judicial que se le sigue a Murillo. Pero no cabe duda que el grupo del que forma parte, viene en detrimento no solo en lo político sino también en lo referente a su dominio e influencia.
Quizá sea momento de que algunos actores secundarios, salten del barco que ahora se hunde. Quizá sea el caso de otro priísta que formó parte del gobierno de Murillo, se trata de Omar Fayad, quien en masivo evento priísta, se pavoneó en su edificio central.
La ocasión, aunque pintaría para desgracia parecía muy festiva. Ahí el actual gobernador se mostró afable y sonriente con la militancia de su partido. Y en ese marco soltó un polvorín para sus detractores que, por cierto, son muchos de su propio partido.
El todavía mandatario hidalguense dijo que será embajador, pero de los priístas. Acto seguido las bases festejaron la ocurrencia, de quien pasará a la historia por entregar el poder al primer gobierno de izquierda en el estado de Hidalgo.
En suma y a juzgar por sus reacciones, hay una persona y un movimiento que están muy despreocupadas por la desgracia que invade a Murillo; uno de ellos es Omar Fayad y el otro Morena, que muy pronto desbancará al otro grupo político priísta más consolidado del país, el grupo Atlacomulco.