Los partidos políticos –en teoría– son los intermediarios entre la sociedad civil y la sociedad política. Es decir, un instrumento para que sus agremiados tengan la posibilidad de llegar al poder a través de mecanismos donde se genera debate, se alimentan las ideas, se construyen plataformas, etc.

Su existencia es básica en un sistema democrático, donde todas las voces pueden ser escuchadas y representadas en los canales establecidos para tal fin. Los partidos, por tanto, también cumplen con la función de formar nuevos y más capacitados cuadros cívicos para que las personas ejerzan a plenitud sus derechos políticos.

Todo eso es posible con un sistema donde todos los involucrados en el juego tengan piso parejo y reglas claras para la competencia por el poder. Parece sencillo, pero el esquema se desdibuja con frecuencia por varios frentes.

Uno de ellos es el que actualmente impulsa el denominado Movimiento Naranja. Una expresión política que no tiene claro su ideario político, que no ha formado nuevos cuadros, que abusa del pragmatismo.

Al menos eso parece en sus más recientes decisiones. Porque la designación de sus candidatos en Hidalgo y Quintana Roo, se encaminan más a un festival de la primavera que a una contienda por el gobierno.

En el primer caso, este partido designó a un impresentable quien ha sido candidato a diferentes puestos por el PAN, el PRI, Nueva Alianza, Convergencia y Morena. Después de un súbito intento por ser candidato independiente, regresa a las andadas portando la camiseta naranja.

Su estrategia, al menos la que ha utilizado hasta ahora en su inicio de precampaña ha sido celebrar dos conciertos a través de redes sociales. El señor Berganza, cantante en los ochenta con efímera fama por haber tenido un romance con Lucerito, no ha realizado expresiones políticas de ninguna índole, evoca al romanticismo desde su guitarra y nada más. 

Lo más alarmante de los naranjas es el caso de Quintana Roo, joya de la naturaleza y pilar del turismo que llega al país y que, por desgracia, lleva años siendo el centro de operaciones y disputas del crimen organizado. Ahí la oferta política de MC, es aquel que se presenta como fiestero, empresario, playboy, experto en selfies y jet-set, el actor Roberto Palazuelos.

Que trágico el escenario para los electores en estas entidades. Teniendo a una caricatura de la representación social como oferta política. Lo cierto es que al final este partido tendrá seguramente más votos que como empezó la contienda. No obstante, el costo es a largo plazo. Porque el descrédito para la política es generalizado por estas decisiones difíciles de explicar.

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