Por Sir Arthur
Tras la victoria de Donald Trump en Estados Unidos a principios de mes, se auguraba que muy pronto el gobierno de México debía empezar a dialogar con el futuro mandatario estadounidense, para tratar los temas concernientes a la migración, el intercambio comercial y la cooperación entre ambos gobiernos para combatir el tráfico de estupefacientes.
A principios de semana, el presidente electo de EE.UU., amagó con imponer un arancel del 25% a los productos provenientes de México y Canadá, si ambos países no controlaban el flujo migratorio y la entrada de narcóticos, a través de sus respectivas fronteras.
La reacción canadiense fue condenar los dichos de Trump y tildar de “irrespetuosa” la comparación con México, y debido a las próximas elecciones en Canadá en 2025, insistieron en la retórica en contra de México, que han venido profiriendo en los últimos meses.
Por su parte, la presidenta Claudia Sheinbaum el pasado 27 de noviembre, sostuvo una conversación telefónica con Donald Trump, en la que ambos acordaron un mayor control migratorio en la frontera sur de México, una coordinación de ambos gobiernos en materia de seguridad y llevar a cabo, políticas de prevención contra las drogas en Estados Unidos (donde el consumo de estupefacientes es allá).
Donald Trump calificó de “maravillosa” la conversación que sostuvo con Sheinbaum, mientras que la mandataria mexicana dejó entrever que habrá replanteamientos en la política migratoria mexicana, para que las caravanas migrantes provenientes de Centro y Sudamérica, no lleguen a la frontera norte.
Trump sabe que una gran imposición arancelaria a México, agravaría la crisis inflacionaria en EE.UU., beneficiaría a su rival China, y golpearía fuertemente su industria automotriz, por lo que sus amenazas no son sostenibles y tan pronto como ha tenido una conversación con Sheinbaum, se ha retractado.
Con respecto a Canadá, el protagonismo de este último dentro del T-MEC, ha disminuido debido a la insostenibilidad de su modelo asistencial que implica una enorme carga fiscal, por lo que los canadienses deberán atenerse a las disposiciones comerciales de EE.UU. y México, si quieren preservar su lugar en el bloque norteamericano.