La avasalladora victoria del oficialismo el pasado dos de junio, sigue siendo el tema más trascendente en México tras casi dos semanas de las elecciones. Y es que las dimensiones del triunfo, han dejado anonadados tanto a los opositores, como a los propios partidarios de la 4T.
Si bien por parte de esta última, se esperaba una victoria considerable en la elección presidencial, la suficiencia con la que se impuso Claudia Sheinbaum sobre Xóchitl Gálvez, era algo que simplemente muchos no auguraban, así como al igual que el haber obtenido una mayoría calificada y una victoria tan holgada en las entidades, municipios y congresos locales disputados.
Pese a la negación de un sector de la oposición por aceptar su derrota en buena lid, lo cierto es que el resultado era mucho más previsible de lo que muchos suponían. Si bien, con un INE autónomo, las elecciones libres estaban plenamente garantizadas, existían factores de peso que le otorgaban una ventaja a la morenista Claudia Sheinbaum: la enorme popularidad del presidente López Obrador (cuya aprobación nunca bajó del 60% durante el sexenio), la larga campaña a favor de Sheinbaum durante tres años y la existencia de los programas sociales, fueron en buena parte elementos importantes a la hora de explicar la contundente victoria del oficialismo.
No obstante, la oposición fue la gran responsable de su aparatoso fracaso: liderazgos paupérrimos por parte de Alejandro Moreno y Marko Cortés, la designación de una muy mala candidata, sin liderazgo ni una corriente ideológica definida como Xóchitl Gálvez, la falta de un proyecto de nación y el basar su ejercicio de oposición, en contrariar a un presidente tan popular como AMLO, significaron la debacle total de una fracción derrotada en todos los sentidos posibles.
La oposición cometió el error de creer en su propia narrativa, y ahora precisa de una refundación total de los partidos que la integran; aunque la prevalencia de la coalición PRI-PAN, hoy se percibe inviable.
En cuanto al oficialismo, le tocará lidiar con el poder económico que hoy se presenta como su mayor contrapeso y será lo que le frene de materializar cualquier intención antidemocrática.