Cuando tenemos días festivos, como por ejemplo el pasado fin de semana por Semana Santa, aprovechamos el tiempo libre fuera de actividades laborales para salir de viaje, visitar a la familia y/o descansar.
Como estas fechas son las más esperadas por todos, el buen humor se percibe en dónde sea. Es uno de los puentes largos favoritos ya entrada la primavera.
Pero bueno, tal vez sea uno de los favoritos en términos generales, porque también existe la contraparte, es decir, donde las carreteras se saturan en tráfico, los aeropuertos se llenan y desafortunadamente, el retraso en vuelos suele aumentar. De igual forma, tanto las playas como los destinos con parques acuáticos, se congestionan y en vez de convertirse es unas lindas vacaciones, sobresale el estrés. No para todos, pero sabemos la razón…
En México tenemos un clima variado y de cierta manera privilegiado, es por eso por lo que los destinos de sabor tropical se tornan más atractivos y hermosos, y el querer disfrutarlos en estas fechas es normal.
No voy a mentir que mi idea de estas vacaciones también era estar en alguna playa cercana, disfrutando del sol y acostada en la arena, porque cuando estás en el extranjero, es de las cosas que más extrañas. En cambio, los primeros días los disfruté en casa con la familia, sin preocupaciones y descansando del mundo. Recuerden que de lo más importante es la paz interior. Sin embargo, el fin de semana opté por irme a “pueblear”, que es lo que ahora les voy a contar.
El término “pueblear” lo usamos para referirnos al paseo dentro de un pueblo o un lugar pequeño, pero en mi caso, también lo ocupo para referirme a las visitas hacia la ciudad de Puebla, porque su fonema inicial es el mismo: “pue”.
Visitar Puebla me llena de recuerdos, principalmente por los años que viví ahí y por la gente que conocí. Y uno de los mayores regalos que me ha dado esta ciudad, ha sido la amistad con Alex que, aunque ya lo he mencionado en textos anteriores, deben saber que él es tan poblano como “el mole” y “los molotes”, y evidentemente visitarlo es un sinfín de aventuras, porque como local conoce mucho y siempre hay algo nuevo por hacer.
Como dato curioso, nuestra amistad se basa en muchas cosas básicas. Por ejemplo, ambos venimos de un núcleo familiar muy unido, tenemos dos hermanos y a pesar de ser muy hogareños, también nos encanta viajar. Disfrutamos del buen comer y de bailar. Igualmente, somos muy sociables, aunque él es el mejor; sus relaciones sociales lo han llevado tan lejos y por eso es tan querido en todos lados y por todo el mundo. Lo único en lo que no coincidimos, es que a él no le gusta París.
Comer rico es una de nuestras especialidades y cuando supe que también le encantaban los mariscos, creo que desde ese día se convirtió en mi mejor amigo, y aunque parece broma debo confesar que los mejores ceviches los he probado a su lado, así que, si en esta ocasión no tendríamos playa, al menos comer juntos, me llenaría de satisfacción.
Con esta referencia, en mi visita por Puebla, de lo primero que hicimos fue ir directamente a San Andrés Cholula, para degustar los aguachiles y ceviches de un famoso lugar llamado “Mi lindo Nayarit”, lo deben visitar.
Acto seguido, con el estómago satisfecho y ya cayendo el sol, nos fuimos hacia su departamento que tiene una de las vistas más bonitas de todo Cholula. De día se aprecia toda la ciudad, pero de noche el ambiente se vuelve mágico, y con el atardecer pudimos apreciar el relieve de los volcanes y la tranquilidad en una “ciudad vacacional”.
Después tocó convivir con la familia. Por la noche fuimos a tomar un cafecito a casa de la abuela, y entre la charla y los recuerdos nos atrapó la noche, así que pronto nos fuimos a dormir. A la mañana siguiente, fuimos de caminata con Astro, la mascota consentida en casa y con papá. Visitamos la zona de los fuertes, disfrutamos de las vistas panorámicas y después bajamos hacia los barrios llenos de murales y puestos de comida por el calvario.
Así que como era de esperarse, la “tragadera” continuó y llenamos nuestra mañana de antojitos poblanos con “memelas”, “quesadillas” y “tacos placeros”.
Por la tarde, fuimos a una “pool party” en Atlixco. Las fiestas en piscina siempre son divertidas porque puedes refrescarte del clima con buena bebida, rica comida y excelente compañía. Además, era el ambiente perfecto para despedir a Alex, que viajaría el domingo hacia a Alemania.
Con esto, puedo asegurar que “pueblear” es una de mis actividades favoritas para el turismo nacional, así que para los que gustan de unas vacaciones más tranquilas en Semana Santa y durante el verano, se los recomiendo. Otro día nos vamos a la playa, tal vez el próximo mes, ¿me acompañan?.

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