Después de una mañana bastante activa por las clases del colegio, el calor y la visita de los amigos de Chicago, me dirigí hacia la calle Doria en el centro de Tulancingo, en respuesta a la invitación para asistir a una puesta en escena que se llevaría a cabo en el Foro Arlequín: “Virginia”.
No recuerdo exactamente en qué año, pero la última vez que visité ese foro, fue cuando Diego aún participaba en la escenificación de “Cristo Superestrella”, y debo admitir que al percatarme del largo tiempo, me provocó un poco de sonrojo; no obstante, es un pasatiempo que me encantaría retomar, por lo que me mantendré al día con las producciones teatrales y los recitales próximos en la ciudad de Tulancingo, que en definitiva compartiré con ustedes en textos futuros.
Retomando la historia, eran pocos minutos antes de la hora inicial de la función, cuando al aproximarme al foro, me tope aún con las puertas cerradas. Junto a la entrada, sobre la banqueta y recargada de la pared, se encontraba una mujer, que aunque no le pregunté, parecía que esperaba también la pronta apertura; así que, para protegerme de los últimos rayos fuertes de sol, decidí esperar en la sombra que cubría el otro lado de la calle.
Las puertas se abrieron a las siete en punto por una de las personalidades más importantes de las artes escénicas de la ciudad de Tulancingo: Eduardo Hidalgo, mejor conocido como “Lalo Hidalgo”. Después de un saludo afectuoso con la mujer, dio acceso al recinto e inmediatamente caminé para entrar. Me encontraba del otro lado de la calle, así que mientras la cruzaba, un hombre entró, siendo yo la tercera en llegar. Ya estando dentro, nos invitaron a sentarnos en unas bancas de madera para esperar, y antes de decir o pensar cualquier cosa, el maestro expresó: “estamos en remodelación”.
De manera inmediata las personas comenzaron a llegar, y como la mayoría tenía que acercarse a la pequeña taquilla, instalada provisionalmente sobre una mesa al fondo del pasillo para obtener sus boletos, la temperatura dentro del sitio empezó a aumentar.
La única ventilación que se tenía en ese momento era la puerta principal, así que con el separador de mi libro, intenté hacer movimientos de campiología (terminología que estudia el lenguaje del abanico y el significado de sus movimientos), que lograron refrescarme durante los minutos de espera.
Mientras la gente ingresaba, el ambiente se saturó de conversaciones de historias cortas y de muchos personajes fortuitos, por ejemplo, aquellas personas amantes del teatro que contaban orgullosas anécdotas de su relación con aquel foro y el grupo de risueños estudiantes que habían llegado por curiosidad, pero que se expresaban felices porque con el boleto de la función, su profesor de arte lo tomaría en cuenta para su calificación.
También coincidí con antiguas compañeras bailarinas que además de amar el drama escénico, también son grandes admiradoras, como yo, de los trabajos de Carla Mata.
¿Pero de qué va “Virginia”?
Cuando te encuentras inversa en el arte y la cultura, todas las propuestas se vuelven interesantes, esto es, abarcando desde las dramáticas artes literarias hasta las más complejas artes escénicas.
Referente a eso, fue que disfruté la adaptación escénica del libro “Una habitación propia” de la escritora Virginia Woolf en Tulancingo, bajo el nombre de “Virginia”. La producción es de “Efecto Colibrí Prácticas Escénicas”, recomendada y reconocida por sus temas divergentes con perspectiva de género.
“Virginia” comenzó con el foro totalmente a oscuras y una grabación que verbaliza la frase de la escritora: “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas”. Después de eso, poco a poco se fue revelando la escenografía y las intérpretes, que son Alejandra Luna y Carla Mata, de quien he tenido la fortuna de conocer su pasión y entrega al arte gracias al amor que compartimos por la danza.
En “Virginia” hay miradas y hay movimientos que se expresan desde la cabeza y los cabellos hasta la punta de los pies; hay sentimientos, hay fuerza, pero también hay dolor y pasión.
¡La puesta en escena es fascinante!
La producción, desde mi punto de vista, ha cuidado cada fragmento, desde el vestuario, la imagen y las melodías hasta los detalles de escenografía como la vajilla, los libros, las letras y su relación con la historia original. Al director Charly Castellanos, cuya identidad conocí hasta el final, lo admiré desde un inicio al verlo acompañar a cada uno de los asistentes a su asiento, procurando que estuvieran cómodos. El encargado del diseño e iluminación Guillermo Nava podría decir que fue uno de los elementos visuales más sobresalientes, pues le dio sentido a todo el mensaje de la obra y a los movimientos cautivadores de las intérpretes. Además de que el trabajo de fotografía por Rosana López es tan cautivador como la función misma.
¡Qué admirable es ver brillar a las personas! ¡Qué extraordinario es apreciar un trabajo así!

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