Si eres amante de los perros como yo, este texto te va a interesar y ve preparando los pañuelos porque posiblemente al leerlo te haré llorar.
Después de un periodo con mucho trabajo, hemos llegado a la recta final de este año, hemos llegado al mes de diciembre que se caracteriza principalmente por la alegría, la unión familiar y la reflexión. Para muchos es considerado como el mes con la época más bonita del año, aunque eso incluye estar en constante conflicto con el clima, pero bueno, de eso hablaremos en otra ocasión.
La semana pasada tuve un remolino de sentimientos y emociones y debo confesar que hasta ahora, no he podido recuperarme. Y siendo honesta el entorno me lo ha impedido, porque no toda la gente entiende tus tristezas o tus enojos. Sin embargo, como en uno de mis trabajos estoy en contacto directo con niños y los niños absorben muy rápido las emociones, escribo este tipo de textos que me ayudan mucho para aceptar, reflexionar y continuar. Es por eso por lo que hoy he decidido platicarles de mi pequeño Vladimir.
Antes de iniciar de lleno con la historia, debo confesar que soy ese tipo de personas que tienden a romantizar la vida, y aunque sabemos que no todo puede ser color de rosa, cuando hay caos o algo no está funcionando, con perseverancia esperamos una luz que tranquilice y guíe. Y justo así fue como Vladimir iluminó con su luz mi vida.
Vladimir era un perrito mestizo de raza pequeña y llegó a mi vida unos días antes de San Valentín del 2022. La historia rápida de su aparición a este mundo, mi mundo, fue porque una de las personas que trabaja con mi padre, tenía perritos recién nacidos en casa, pero no podía quedarse con todos, y en una visita de entrega de trabajo, le ofreció uno a papá. En ese tiempo el hijo mayor de mi amiga Ilsse, estaba enamorado de mí, o eso es lo que me decían, de manera que se me ocurrió darle ese perrito como obsequio del 14 de febrero por ser mi eterno enamorado.
Mi padre ya le había puesto el ojo a un cachorrito con pelaje blanco y travieso, pero al final le tocó otro de color oscuro, con toques jaspeados Salpicado de tonos marrones, amarillos o rojizos como el jaspe.
, que era el más tranquilo de todos los hermanos. Ese día, de regreso a casa, dijo en voz alta “baja, que ha llegado tu elefante”, y cuando bajé para recibirlo, me encontré con un cachorrito de menos de 20 cm que sujetaba entre las manos el señor Javier. El cachorro era tan pequeño y tierno, que ya no queríamos dejarlo ir. Y como podrán imaginar, desde ese momento me enamoré. El amor a primera vista sí existe.
Para mi fortuna, Ilsse no acepto al perrito por no ser de raza pura, pero nosotros en casa lo aceptamos felizmente. Y basada en la creencia de que los perros son los que te eligen a ti, desde que lo sujeté por primera vez sentí que me miró con esos ojos grandes y expresivos, de no saber exactamente quién era yo, pero que reflejaban la confianza de entender que había llegado al lugar indicado, aquel lugar donde cumpliría su misión espiritual.
Ya habían pasado muchos años desde la última mascota que tuvimos en casa, y a mi regreso de Francia, después de pasar el duelo de quedarme o no en casa, este perrito llegó para armonizar nuestro hogar.
Para esas fechas, recuerdo que los noticieros estaban llenos de la complicada situación entre Rusia y Ucrania, y por todos lados se mencionaba a Vladimir Putin. Para estar al corriente, a mi padre nunca le han gustado los perros, o eso nos dice siempre, y tampoco le gustan los nombres que comúnmente la gente utiliza para llamarlos. El nombre de Vladimir quedaba perfecto, era fuerte y con carácter, además empezaba con la misma letra de mi nombre, solo que este por ser mexicano tenía que ser macho. Entonces desde el día uno el cachorro ya tenía nombre, lo llamamos Vladimir Machín.
Cómo lo separaron muy pequeño de la madre, Vladimir necesitó de muchos cuidados, tuvo muchos problemas de salud como el parvovirus, y aunque lo llevaba constantemente con el veterinario, recibió mucho medicamento de diferentes lados. Es increíble el negocio clínico y la pérdida de tiempo que existe en muchos lugares, pero de negligencias no hablaré hoy, aunque pronto sacaré ese coraje.
Como era muy pequeño, podía llevarlo a todos lados y con ello se volvió el consentido por todos. Si salía al mercado o a la tienda, por ejemplo, lo ponía en mi bolsa y me lo llevaba. Si tenía clases de danza o si salía con los amigos, preparaba su comida, lo enredaba en una cobija y me acompañaba a donde fuera. Mis amigos cercanos de danza lo conocían, los de Acaxochitlán también. Visitamos Zacatlán, con Mary Carmen y el restaurante de Maru, y también lo conocieron. Inclusive mis amigos en Francia sabían de él.
En mi afán de hablar otros idiomas y con la idea de que pronto regresaría a Francia, entrené a Vladimir en francés, pero mi hermana le hablaba en inglés; y como en casa mis padres le hablaban en español, se convirtió en un perro trilingüe.
Realmente era un perro muy inteligente y deportista. A los dos meses aprendió a jugar con la pelota, primero lo clásico, yo la aventaba y el iba por ella, pero después con mi padre empezó a jugar fútbol, era un gran portero; y yo le enseñé voleibol, el deporte de la familia. De vez en cuando salíamos a caminar por el sendero de Santiago hasta Tulancingo y le encantaba, pero por los cambios de clima no podía sacarlo mucho, era muy friolento y se enfermaba.
El pasado viernes 8 de diciembre, después de estar varios días enfermo y hospitalizado sin ninguna mejora, mi pequeño Vladimir murió. Su perdida me afectó de sobremanera y todos nuestros planes juntos se esfumaron. Él era la imagen de mis trabajos artesanales de Arte Chá Chê, él era también quien me inspiraba para hacer muchas cosas y visitar muchos lugares. La vida futura no será lo mismo sin ti.
¿Ahora quién se emocionará al verme cuando llegue a casa? ¿Quién me va a ladrar para llevar mi atención? ¿Quién será el que se acueste entre mis piernas buscando calor?
¿Ahora quién va a ahuyentar las moscas en la casa? ¿Quién me ayudará a cazar los mosquitos que se cuelan en la recámara por la noche? ¿Quién va a esperar jugar con mis calcetines cuando me quite los zapatos?
¿A quién le voy a dar besitos antes de dormir? ¿Quién será ahora el que me ayude a jalar las cobijas para tender más rápido la cama? ¿O me esperará acostado sobre las bolsas de suéter cuando tengo que trabajar en el taller?
Tristemente, la perdida de Vladimir ha sido muy dolorosa para mí y mi familia, y solo nos queda el consuelo de que fue profundamente amado. Siempre disfrutó de su comida favorita, jugó sus deportes favoritos, tenía muchos juguetes y lo vestí con muchos ropajes. También conoció muchos lugares y le ladró a muchas personas (creo que era de felicidad).
Y para recordarlo con amor, les comparto esta foto vestido con un kimono que le regaló mi hermana de su reciente viaje a Japón. La idea era que lo usaría para la cena de Navidad y tuve la oportunidad de probárselo días antes, pero como ya no podrá sacarse la foto con toda la familia, lo recordaremos con esta imagen tan guapo y fotogénico como siempre.
Descansa mi pequeño Vladimirr