Por Arturo Javeth Hernández Cordero

Lo que pretendía ser una aparición propagandística por parte del presidente de la Suprema Corte de Justicia, con su presidente Arturo Zaldívar, yendo a la Universidad Iberoamericana a comparecer ante los estudiantes, terminó siendo un acto de protesta donde gente se arrodilló ante Arturo Saldívar.
El fiscal Alejandro Gertz Manero es acusado de usar la fiscalía a su favor, para encarcelar a su ex cuñada Alejandra Cuevas Moran por el homicidio de su hermano Federico Gertz.
Arturo Saldívar iba a la Universidad Iberoamericana a replicar un discurso oficialista ante la facultad de Derecho, donde se posicionaría a favor de los “oprimidos” y del “pueblo bueno y sabio”, pero, en cambio, se enfrentó a un escenario donde los hijos de una presunta presa política, le imploraron liberar a su madre, a la vez que le reclamaban la falta de Estado de Derecho en el país.
No obstante, este tipo de casos similares al del ministro Arturo Zaldívar, no son de ninguna manera atípicos a los máximos representantes de la 4T.
Casos como el de Arturo Zaldívar, figuras alejadas de las necesidades ciudadanas, son perfectamente entendibles en un entorno político y judicial como el de México. Sin embargo, lo que verdaderamente genera un desconcierto, es la incongruencia que resulta cuando se contrastan el discurso del ministro Zaldívar (quien se presume comprometido con las causas sociales) y su actuar en el ejercicio de sus funciones.
Durante décadas, el Poder Judicial en México ha estado sujeto a intereses oficialistas, se ha mostrado ineficiente de cara a combatir la falta de Estado de Derecho en el País y ha sido reiteradamente proclive a ceder ante intereses grupos facciosos, no obstante, de los tres poderes que conforman el Supremo Poder de la Federación, ha sido quizás el menos sujeto a cuestionamientos o a modificaciones, que propicien su mayor eficiencia e imparcialidad.
Arturo Zaldívar tiene un arduo reto de cara a propiciar la credibilidad, eficiencia y reivindicación del Poder Judicial en México. De momento, la figura de Zaldívar es negativa para la credibilidad institucional del gobierno en turno

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